Arquitectura de la reunión: como los espacios comensales se vuelven catalizadores sociales

Abstract

Este trabajo analiza las relaciones espaciales — tanto físicas como sensoriales — que configuran los espacios comensales con el objetivo de llevar a cabo un evento en la plaza de La Conquista, el cual reúna dichas características para propiciar un encuentro social. Se adopta una metodología de observación crítica que permite reconocer y comparar dichos parámetros a partir de referentes arquitectónicos, cinematográficos y situaciones de la vida cotidiana. A partir de estos insumos se diseña una intervención espacial a la disposición de la comunidad para poner a prueba su efectividad. En cada lugar donde se colocó el proyecto se logró propiciar múltiples encuentros, teniendo éste influencia directa entre el nivel de intervención y el público que logra convocar. Esto se evidencia a través del número de comida entregada, los vestigios remanentes a los días siguientes y la opinión de los participantes respecto del espacio intervenido. De esta manera se corrobora que los espacios donde comemos poseen características que incentivan el encuentro e interacción humana. Sin embargo dicha interacción no depende únicamente de ofrecer un soporte físico o comida, sino de una composición compleja de condiciones espaciales las cuales responden a la intimidad — como lo estrecho — y el confort corporal — como lo acogedor y lo cálido — para que las personas se predispongan a estar más abiertas emocionalmente al encuentro. This work analyzes the spatial relationships—both physical and sensorial—that configure dining spaces with the goal of holding an event in La Conquista Plaza that would combine these characteristics to foster a social encounter. A critical observation methodology is adopted to recognize and compare these parameters based on architectural, cinematic, and everyday life references. Based on these inputs, a spatial intervention is designed for the community to test its effectiveness. In each location where the project was located, multiple encounters were fostered, directly influencing the level of intervention and the audience it attracts. This is evidenced by the number of meals delivered, the traces remaining in the following days, and the participant's opinions regarding the intervened space. This corroborates that the spaces where we eat possess characteristics that encourage human encounter and interaction. However, this interaction does not depend solely on offering physical support or food, but on a complex composition of spatial conditions that respond to intimacy—such as closeness—and bodily comfort—such as cozy and warm—so that people are predisposed to be more emotionally open to the encounter.